Para un turista hacer la maleta es fácil. Basta con imitar a mi amiga Corni: «Yo lo meto todo porque no sé qué me va a apetecer ponerme». Asunto resuelto.
Pero si en el viaje el maletero eres tú, lo suyo es que empieces a restar. Grábate a fuego las dos reglas básicas del equipaje cicloturista y tendrás mucho ganado:
Este es el listado de todo el material que me llevé al Camino de Santiago
Los porqués de mi maleta
En primer lugar tuve en cuenta la ruta. No es lo mismo viajar por la Vía de la Plata y el Camino Francés, donde cada poco hay una ciudad o un pueblo más o menos grande, que ir por lugares en los que el taller de bicis más cercano está a dos horas de avión. No digo que no mole ser cien por cien autosuficiente, pero eso pesa más que una tarjeta de crédito. Así que de herramienta únicamente llevaba dos cámaras de repuesto y lo necesario para cambiarlas, además del móvil para ver cómo se hace. Lo siento, me perdí ese episodio de MacGyver.
También consulté el parte meteorológico. En Castilla, en verano, hace un calor de mil demonios, pero en Galicia, sobre todo de noche, refresca bastante. Como la semana de mi viaje daba un tiempo fantástico, lo fie todo a una sudadera.
Para dormir, prescindí del saco. En los albergues hay mantas o nórdicos por si hace frío. Me bastaba con una sábana-saco de seda, que traspira mucho mejor que el algodón o el poliéster y pesa mucho menos. También metí una almohada de viaje –la tortícolis y yo somos enemigos íntimos– y su correspondiente funda.
Como se puede leer en la lista, apenas llevaba ropa de calle. Primero porque iba a pasar la mayor parte del día en la bici, y segundo porque en (casi todos) los albergues hay lavadora y (en muchos) secadora. Incluí dos equipaciones de ciclista por si lo dicho en la frase anterior no se cumplía y me tocaba lavar a mano y no daba tiempo a secar las prendas de un día para otro.
No uso zapatillas con calas. Prefiero las normales. Menos para ir de boda, valen para todo. Además, se ahorra mucho espacio en las alforjas. Las mías son de gore-tex, un material impermeable que impide que, si jarrea, vayas por ahí hecho un mamarracho con dos bolsas de plástico en los pies.
De potingues bien, gracias. Ya sé que me sobraba el desodorante y la colonia, pero qué quieren, una es coqueta. Realmente, para un viaje de este tipo solo se necesita el protector solar (en mi caso, factor 50) y la crema anti-rozaduras, aunque esta última depende de cada cual. A los de piel delicada, si no la usamos, enseguida nos salen heridas que pueden devenir en auténticas carnicerías. Leí en algún sitio que Sean Kelly, aquel irlandés que ganó la Vuelta del 88, tuvo que retirarse en la edición del año anterior por culpa de un forúnculo. Lo intentó todo para aliviarse, incluso corrió con un filete debajo del culo, pero ni por esas. Los remedios de la abuela no siempre funcionan.
Casi todo el material ciclista del listado es muy económico, incluyendo a Francesca, una Giant Roam 3 Disc de 2015 que no llega a 500 euros. Únicamente invertí más de lo necesario en los dos culotes –son de la marca Castelli y cuestan 75 euros cada uno–, y en las alforjas, unas Ortlieb Back Roller Classic. Valen unos 100 euros, más del doble que unas baratas, pero son, de largo, las mejores del mercado: robustas, impermeables y con un sistema de anclaje al portabultos sencillo y seguro. Hay cosas que un descuento no puede comprar.
Resumiendo, llevaba 7 kilos de equipaje, que sumados a los 2 de las alforjas, más otro del portabultos, más los 13 que pesa Francesca, daban un total de 23 kilitos que arrastrar por esos mundos de Dios. La tarde anterior a la partida me pesé: 95 kg. O sea, 118 kilos en movimiento, lo contrario de la palabra velocidad.
No sé qué más. Supongo que gente con más experiencia podría rebajar la carga o añadir algunas cosas imprescindibles que estaba pasando por alto, pero el caso es eso fue todo lo que metí en la maleta. Al final del viaje os contaré qué me faltó y qué me sobró.
Periodista. Bicigrino eventual. Perfil aerodinámico algún día. Flipadillo a tiempo completo. Nunca pude hacer el pino.
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