El espectáculo que representa la montaña invernal parece que ya está entre nosotros y este año parece que ha venido pronto. Esa belleza salvaje que se percibe en la montaña durante los meses de invierno es algo incomparable, una auténtica maravilla. La montaña en invierno ejerce una atracción irresistible quizás por ese halo de aventura que rodea a las montañas que se tiñen de blanco y por eso, justamente en invierno, hace que nuestras ganas de montaña aumenten aún más. Pero hay que tener en cuenta que, dentro de las actividades en la naturaleza, la montaña invernal constituye uno de los marcos donde el ser humano se encuentra más desamparado y fuera de su medio habitual. Si bien la montaña ya es traicionera en verano, en invierno es aún más temible y respetable. Cada año lamentamos victimas, y en muchas ocasiones no son novatos, simplemente que de la montaña no podemos fiarnos. Por eso mismo, en invierno hace falta una doble minuciosidad a la hora de preparar nuestras salidas.
La montaña se muestra muy rigurosa en invierno y multiplica los riesgos objetivos que tiene en verano no permitiéndonos demasiados fallos. Tampoco es cuestión de dejar de salir a disfrutar y divertirnos por ello, sino de planificar en esta época del año más y mejor la actividad a realizar. Las condiciones especiales que tiene la montaña en esta época, ya que normalmente la nieve cubre la parte alta de estas y nos acompaña en nuestro camino sobre ellas, hace aún más gratificante una salida aunque eso si, más duro y exigente. Las horas de luz son escasas, los cambios de tiempo son más peligrosos, las temperaturas son mucho más bajas y si además de frío hace viento, la sensación térmica es menor aún, el hielo hace su aparición y el medio se muestra más severo en general. No se trata de nada novedoso, más bien es de sentido común, pero debemos siempre tener en la cabeza los elementos básicos a la hora de hacer nuestras salidas a la montaña en invierno. Se debe salir con las máximas condiciones de seguridad y por aquellos lugares donde el riesgo sea asumible y acorde a la experiencia, material y nivel técnico del montañero.
La nieve es quizás el elemento principal a tener en cuenta, es la gran estrella de la montaña invernal, y que determinará en buena forma los condicionantes a los que nos vamos a ver expuestos. Aquella montaña que nos parecía simple de subir, se convierte en algo mucho más complicado y exigente, modificando los senderos y las señales debiendo tener cuidado a la hora de seguir nuestro itinerario. No os fieis ni de vosotros mismos ya que hasta los más capaces montañeros y guías suelen desorientarse cuando su vía habitual está cubierta de nieve. Si en cualquier época del año consultar la previsión meteorológica antes de salir al monte es recomendable, en invierno resulta fundamental e imprescindible. Si en verano te sorprende una tormenta lo normal es que termines empapado y pases un mal rato (aunque hay casos de hipotermia veraniega). Pero en invierno un cambio brusco en la climatología puede resultar dramático. Hace años había que jugársela pero ahora, con las previsiones meteorológicas que ofrecen las televisiones y una docena de páginas web, oficiales y extraoficiales, salir sin consultar el tiempo es, como mínimo, una temeridad. La Agencia Estatal de Meteorología AEMET (www.aemet.es), aparte de la previsión meteorológica, elabora de forma diaria una predicción del riesgo de aludes, que se puede consultar.
De igual forma, en el aspecto físico, la nieve provoca que aquel camino tan simple y amable de caminar, se convierta en un esfuerzo extra, ya que el equipamiento y el tener que pisar nieve dificultan el paso y lo hacen mucho más complicado. Recordar que por muy fácil y simple que sea vuestra ascensión, en invierno todo eso se convierte en otro tipo de historia. Parece otra reflexión evidente pero no lo es tanto. Una misma montaña, presenta caras muy diferentes en verano y en invierno y un bucólico sendero en una ladera en verano se puede convertir en una peligrosa pendiente propensa a aludes en invierno. Hay mucha gente que está acostumbrada a hacer senderismo y excursiones en verano por montañas que, con sus dificultades, resultan accesibles con tal de tener una condición física moderada y una mínima técnica. Pero cuando la nieve y el hielo cubre dichas montañas formando tubos o las crestas creando peligrosas cornisas de nieve y se borran todas la referencias de hitos y marcas en el suelo, la misma montaña es otra y puede dar muchos sustos.
Por tanto, si en el itinerario al que te diriges tiene nieve deberás tener una formación técnica, equipo y experiencia que te permitan moverte por ella con seguridad. La nieve es un medio muy cambiante y dinámico. Transitar por ella exige tener formación técnica específica, un equipo adecuado y experiencia suficiente. Los aludes constituyen el mayor peligro para el montañero invernal, ya que pueden costarte la vida. El equipo de montaña invernal para transitar por nieve con seguridad debe incluir siempre un equipo completo por persona de sonda + ARVA + pala. En caso de ser alcanzados y enterrados por un alud de nieve, sólo el llevar este equipo completo cada uno de los componentes del grupo, y siempre que el alud no haya alcanzado a todo el grupo, podrá salvarnos la vida. Los tiempos de respuesta de los grupos de rescate son muy rápidos, pero no siempre se tiene cobertura en el lugar del accidente y aunque se tenga, son los primeros minutos los más fundamentales para la supervivencia de la persona enterrada, así que lo mejor es poder iniciar un rescate por los propios miembros del grupo.
Precisamente el otro día escuché por la radio una entrevista a Miguel Delgado, guía de barrancos y píster en una estación. El pasado mes de febrero trabajaba en la apertura de una zona de esquí, provocando avalanchas de forma controlada, cuando lo atrapó un alud. Comenta que suponía que estaba en un sitio seguro, pero había más nieve de lo normal, se desbordó y le pilló la avalancha. Lo enterró a él y a un compañero y, aunque pudieron salir, Miguel todavía sufre las secuelas de una lesión en su tendón de Aquiles. Gracias a la formación de sus compañeros y a que todos llevaban Arva, pala y sonda, pudieron desenterrarle dentro del tiempo límite de supervivencia debajo de la nieve.
La experiencia le motivó a promover un congreso sobre seguridad invernal y a crear la Asociación por la Prevención y la Seguridad en Montaña, primera iniciativa privada en España de este tipo y que sigue la estela de otras existentes en Europa. El I Congreso Nacional de Seguridad en Montaña Invernal Pirineos Blancos se celebrará del 2 al 4 de diciembre en Panticosa con la asistencia de profesionales y deportistas interesados en conocer los riesgos de hacer montaña en invierno. El objetivo es promover la cultura de la seguridad y mejorar los protocolos. Comentaba también que hay entidades públicas y privadas que se involucran en la seguridad, como las federaciones, e incluso proyectos como Montaña Segura, en Aragón, pero también puede ser interesante que nos involucremos los deportistas. Que no podemos esperar a que el gobierno o las federaciones hagan algo y se preguntaba si los deportistas o los guías no tenían nada que decir.
En su opinión, y como ya hemos comentado, la montaña en invierno es mucho más compleja y se conoce menos. Destacaba que el verano es más afable, hay más horas de sol, el clima es más estable, aunque también puede tener sus complicaciones. Hay gente que hace raquetas de nieve que no considera fundamental llevar ARVA, pala y sonda o tener formación sobre primera intervención en un rescate. Es verdad que la gente sale menos a la montaña en invierno pero cada vez empieza a salir más.
Otro factor a tener en cuenta en invierno es que el día es más corto, por lo que conviene iniciar la actividad a una hora temprana. Las menos horas de luz reduce el margen de actuación de los grupos de rescate ante un imprevisto. Los días en estos meses son mucho más cortos por lo que dan menor margen de error o rectificación ante un despiste, una lesión… La caída de la noche no sólo complica la visión sino que en estas fechas acarrea una bajada de temperaturas que pueden provocar una fatal hipotermia con facilidad. Por eso, un fallo del que luego se puede arrepentir uno es no haber dedicado precisamente un tiempo en casa a planificar la salida. Hoy en día hay muchas webs, libros y mapas que ayudan a calcular los tiempos. Y no olvidéis, pensando en el tipo de actividad que nos ocupa, incluir una manta térmica.
Piolet y crampones deberán estar siempre en la mochila, aunque la actividad se practique con raquetas o esquí de montaña. La posibilidad de encontrar un tramo helado o muy duro siempre está presente. En esos casos sólo el equipo completo de piolet y crampones y tener los conocimientos técnicos necesarios para utilizarlos correctamente dará seguridad a nuestra progresión. Si los crampones ayudan a no resbalar, el piolet es el único elemento con el que se puede frenar una caída. Por eso no debe dar pereza ponerse los crampones o sacar el piolet a la hora de atravesar un nevero, por pequeño que este sea, siempre que una caída pueda implicar un deslizamiento de riesgo (por su pronunciada pendiente, la longitud del nevero, la cantidad de piedras que de él sobresalgan o un final de pendiente en caída libre). Hay que extremar las precauciones. Las raquetas son unos accesorios muy interesantes para avanzar sin hundirse con nieve blanda pero, pese a que tienen una uña con puntas, no sirven para fuertes pendientes de nieve helada.
La mochila y su contenido básico tampoco es igual en verano que en invierno. Vamos a llevar algo más de peso, pero en ello nos puede ir la vida. Aunque los criterios generales sobre equipamiento mínimo son válidos y hay que buscar un equilibrio entre el peso excesivo y lo imprescindible, se impone extremar la prudencia porque no es lo mismo un cambio de tiempo, un accidente o un despiste en verano que en invierno. Para la actividad física en montaña, especialmente en condiciones invernales, está universalmente aceptado el llamado “principio de las tres capas”. La experiencia indica que es mejor llevar varias capas aislantes y ligeras que una muy gruesa, no sólo porque entre las capas también se crean cámaras de aire aislantes, sino porque además permite una gran polivalencia al poder quitar y poner prendas según las necesidades. Se consigue así en todo momento una buena regulación térmica. Este sistema tipo “cebolla” consta esencialmente de tres capas:
Pero a veces ocurre que prescindimos de una de ellas (forro polar o chaqueta exterior) ante la hipotética bonanza meteorológica anunciada… Pues aunque sea dentro de la mochila, hay que tener disponibles al menos una prenda interior térmica, forro polar y chaqueta exterior (por supuesto, impermeable y transpirable).
Aunque parezca una obviedad, los montes siempre van a estar ahí y muchos accidentes vienen motivados por no saber retirarse a tiempo ante unas condiciones adversas. No se trata de ninguna competición ni es un demérito para ningún montañero darse la vuelta desde un collado o antes de la última pala porque valora que hay demasiado hielo, riesgo de aludes, amenaza de tormenta o porque se ha hecho demasiado tarde. Ya volveremos. Pero a veces no hay que llegar ni a este extremo. En muchas ocasiones la mejor decisión de un montañero experto se toma en casa antes de salir consultando la climatología. Si dan muy mal tiempo, riesgo de avalanchas alto o cualquier otro tipo de incidencia lo mejor es no ir al monte. Una vez que se han hecho unos cuantos kilómetros cuesta renunciar a una ascensión, pero muchos percances suceden por la autopresión a la que se someten algunos de aprovechar el tiempo libre contra viento y marea y cueste lo que cueste. Y a veces esa decisión sale cara.
Veterinario de profesión, montañero de vocación. 'Cazucharro' curtido en León y afincado en Fuentes de Béjar. Soy el amante fiel de la montaña.
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