La casualidad hizo que Ana adelantara su vuelta a Alba al sábado, el día de la carrera de montaña, pero a ella no le importaba que yo me fuera esa tarde porque así se quedaba tan a gusto en casa, descansando del viaje y de estos meses e ir cogiendo fuerzas para volver a Cádiz dentro de unos días. Así que a la carrera nos fuimos Chuchi, Sandra y, como teníamos plazas de sobra, se animaron a acompañarnos la hermana y la sobrina de Sandra, Teresa y Alexandra, de la escuela de atletismo.
Chuchi era la primera de montaña que iba a hacer y se la recomendé porque es dura, pero muy bonita y estaba seguro de que la iba a disfrutar. En el caso de Sandra, también era la primera y además no tuvo excusa, porque aunque se le había olvidado inscribirse, es una de las poquitas carreras donde puede uno hacerlo en persona, antes de la salida. He sido el único que ha repetido de los que fuimos el año pasado, pero tenía muy claro que si podía volvería y repetiría el recorrido largo, a pesar de que ello supusiera estar un par de días con los cuádriceps doloridos, como ya me pasó la vez anterior.
Llegamos a La Aldehuela con tiempo suficiente para recoger los dorsales y la bolsa con dos camisetas y una gorra que nos dieron. Poco a poco llegaron los corredores, nos hicimos la foto de rigor y se dio el pistoletazo de salida, Chuchi se fue hacia delante y Sandra y yo salimos más tranquilos con el grueso de corredores. Y a ver cómo os lo explico, aunque los que hacéis deporte me vais a entender rápidamente: no llevábamos quinientos metros y ya sabía que algo no iba bien, las pulsaciones subiendo cada vez más, la respiración igual y eso que aún estábamos en la parte relativamente llana de la carrera y, como suele ocurrir, lo que comienza mal normalmente continúa mal o incluso peor. En cuanto el terreno se puso un poco más vertical las pulsaciones y la respiración se desataron y no me quedó más remedio que decirle a Sandra que se fuera a su ritmo y que yo me quedaba aflojando a ver si conseguía regular. Pues imposible, ni en los tramos de llano conseguía coger ritmo, iba atrancado y eso supuso que en las bajadas de piedras no conseguía ir con la atención que debería y de pisar mal en algunas y del patadón que le metí a otra, noté que se me torcía el tobillo derecho, así que al día siguiente en frio tenía un leve esguince externo del que espero recuperarme en unos días y además me hice unas heridas en el dedo gordo del pie izquierdo.
Me puse detrás de una pareja que iba en plan tranquilo y como además llegó la zona de descenso sin piedras, pude rehacerme, aunque solo fuera un poco. Llegaba el punto donde se dividía la carrera en larga o corta, estuve tentadísimo de acortar el recorrido, pero en el último momento me fui por el mío, aun a sabiendas de lo que iba a sufrir y con la idea de que si no podía terminar la carrera, que era lo más probable, por lo menos haría una bonita ruta de senderismo hasta la meta.
En aquellos momentos iba pensando en el artículo y como lo titularía, que sería algo así como “crónica de mi primer abandono en una carrera”. Pero en poco de espacio íbamos tres corredores y creo que viéndonos unos a otros, diciendo alguna cosa para animarnos, andando en los tramos muy empinados y recuperando poco a poco el aliento, me fui encontrando mejor, puse por fin mi ritmo y hasta el final apretando los dientes y recuperando algo de lo perdido en los ocho primeros kilómetros.
Entrada en meta, unos minutos andando y respirando hondo para recuperar, la botella de agua bebida del tirón porque en carrera solo bebí un par de tragos y no sería por falta de avituallamientos, que había unos cuantos y a ver a Sandra y a Chuchi subir al podio porque ella había ganado la carrera femenina y él quedó cuarto de la general y tercero de su categoría. En esas estaba, cuando me entero de que he sido tercero de mi categoría, no me lo podía creer con la malísima carrera que había hecho. Pero ya veis, el día que menos lo esperaba saltó la sorpresa y hago mi primer podio.
¿Qué se siente al subir al podio? Pues está bien, pero en mi caso lo que sentí fue alegría por la gente que me aprecia, porque sabía que les iba a hacer mucha ilusión, como así ha sido por las muestras de cariño que he recibido estos días. Y sobre todo me alegré por Ana, por la cara que puso cuando llegué con el trofeo, sobre todo por ella porque estos meses lo está pasando mal. También por mi madre, que a pesar de no entender mucho de carreras ni categorías, se alegró cuando el domingo estuvimos dando un paseo y tomando algo con ella y mi hermano J. Andrés en Salamanca y se lo conté.
Por cierto, esa mañana ya había salido con la bici de carretera a relajar las piernas y de paso mover el tobillo para acelerar la recuperación del esguince, tal y como indican los protocolos actuales en estos casos leves, junto con el hielo, tobillera y un antiinflamatorio local. El año que viene, si no hay ningún impedimento, volveré, porque es una carrera de las que merecen la pena.
Buena semana amig@s
Juan Carlos Hernández Jiménez Técnico de la escuela de atletismo de Alba de Tormes Entrenador de natación Monitor de gimnasia de mantenimiento Monitor de socorros y emergencias. Corredor, ciclista y nadador aficionado.
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